Un espagueti crudo pegado con celofán en el armario. Una promesa vacía, silenciosa, que se rompe incluso antes de ser pronunciada. Palabras que hieren, que rompen el alma, que preferiría no haber escuchado nunca. Y es que “te vas y no te vas y, cuando vienes, rezo para que los trenes se equivoquen de estación”.
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