lunes, 28 de marzo de 2011

Cenizas.

Es en ese preciso y único instante cuando te das cuenta de que en realidad la amistad está muerta y ya sólo quedan cenizas de lo que un día fue y no podrá volver a ser, porque se ha dejado de lado el apoyo mutuo para dar paso al interés. No es necesario más que un minuto, una frase, una palabra, para acabar con toda la inocencia del que cree que un amigo sólo pasa una mala racha, que en realidad no es así  y simplemente encadena un mal día tras otro.

Estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado. No nací para ser una máquina, no sé separar mis odios de mis pasiones, no sé encontrar la motivación dónde no existe, ni soy lo suficientemente competitiva como para afrontar esto sólo por orgullo. Jamás dejará de asombrarme vuestra capacidad de autosuperación, vuestra frialdad cuando llegan épocas difíciles, vuestros excelentes resultados en pruebas que yo misma considero imposibles de superar.

Me queda todavía un poco más de camino por recorrer, encontrar un objetivo en la vida por el cual quiera luchar realmente, un poco de luz tras estos años de infinitos despropósitos, de sueños frustrados y lágrimas derramadas en vano. Este no es mi sitio, pero de los errores se aprende y nunca es tarde para empezar a buscar de nuevo.



martes, 22 de marzo de 2011

Transparencia.

La intensidad de la lluvia la despertó aquella mañana. La realidad se abría paso como con prisas, tropezando con las imágenes de una noche de sueños intensos. “Sólo cinco minutos más, cinco minutos más y vuelvo a enfrentarme a la vida.” Se desperezó un poco y se quedó mirando al techo con la mente medio vacía, ordenando los primeros pensamientos de la mañana. Muchas cosas por solucionar, demasiadas conversaciones pendientes. Horas y horas de diálogos callados por miedo a equivocarse, a dar un paso en falso y cargar con el error toda una vida.

Y pensó en lo sencilla que sería la vida si todo el mundo fuera transparente, sincero con uno mismo y también con los demás. Si se dejaran atrás las sonrisas fingidas, la fortaleza obligada, la tranquilidad aparente. Y llorar cuando viniera la tristeza, abrazar cuando se necesitara cariño, gritar cuando la presión aplastara, rendirse a la locura. Porque al fin y al cabo, ¿y si ese exceso de razón fuese lo que deja desnutrida la vida?

domingo, 20 de marzo de 2011

Vacío.

Sentirse incapaz de enamorarse, de volver a creer que el corazón va a escaparse en cualquier momento porque ya no te pertenece, porque sólo quiere estar junto a él. Mirarse en el espejo y verse vacía, impasible ante el paso del tiempo, ignorante de todos aquellos sentimientos que ya quedaron demasiado atrás. Y aunque suene estúpido, hay momentos en los que desearía volver a sentir esa punzada en el corazón, esa locura, y también ese dolor. Saborear ese ajetreo continuo interno, darle un poco de emoción a esta insípida época. 


“Sé que guarda cada carta
Y que las lee todas las noches
Y que a la hora de dormirse
Un sudor frío le baña
La herida que le quedó
Es la cruz que hoy le daña
Por más que lo intenta y cambia
Es algo que le acompaña.”

(Snk - Sabor Amargo)
Y ya hace 5 años que me la escribiste...

martes, 8 de marzo de 2011

Bajo el agua.

Se sumergió en el agua. Los pensamientos retumbaban en su cabeza desde hacía demasiadas horas y no sabía cómo pararlos. Muchas posibilidades por contemplar, decisiones acertadas o erróneas, miles de caminos distintos. ¿Cómo elegir el correcto cuándo parece que el universo entero conspire para que todo salga mal? ¿Cómo afrontar la situación y arreglarlo todo sin hacer daño a nadie? Cogió aire y se zambulló bajo la templada agua. Y comenzó a nadar. Siempre le resultó gracioso sentirse tan cómoda en un medio que evolutivamente no era el suyo, para el que su cuerpo no estaba preparado. Pasaban los minutos y su corazón empezó a notar la falta de aire, los pulmones empezaron a quemarle, pero lo pensamientos desaparecían. Encontrar el equilibrio entre calma y dolor, esa era la cuestión. Y cuando parecía que no lo iba a conseguir, notó la fría piedra del otro extremo de la piscina en sus dedos, y salió a la superficie. El aire entró a bocanadas de nuevo en sus pulmones, que pedían oxígeno casi enloquecidos. Todo era distinto ahora, una extraña paz había calado en el fondo de su alma. ¿Por qué no intentarlo una vez más? Nadie le había enseñado jamás a rendirse, así que no iba a contemplar esa opción.