lunes, 30 de julio de 2012


Los primeros rayos de sol la despertaron al amanecer. La ciudad empezaba a cobrar vida y el sonido del tráfico era intenso y molesto. Otra vez iba a dormir poco por culpa de aquel maldito murmullo que se acentuaba por momentos. Sintió como la frustración le empezaba a recorrer lentamente todo el cuerpo. Sabía que aquello le iba a hacer enfadarse nuevamente nada más levantarse, y odiaba esa sensación. 

No esperaba encontrarse con aquellos brazos que la abrazaran y con aquel tierno beso que la hizo olvidar por un instante que su cuerpo yacía en la cama, que formaba parte del mundo real y no podía escapar de él. Al buscar su boca, se encontró con sus ojos negros, que la miraban fijamente, convenciéndola de que valía la pena luchar un día más y salir a la calle a buscar una nueva vida.

De pronto, la luz de la mañana le cegó los ojos y, al abrirlos, todo se había desvanecido. Se acurrucó bajo las sábanas y comenzó a llorar.

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