Detener
los segundos y volver atrás en el tiempo. Fragmentos de imágenes se posan sobre
los párpados, sonrisas que han quedado muy lejos y abrazos que quizás ya nunca
más se vuelvan a repetir. ¿Qué fue de todo aquello? Hemos vivido unidos durante
años, comenzamos la universidad con la sensación de haber encontrado por fin a
personas similares a nosotros mismos, gastamos noches enteras compartiendo
recuerdos que parecían coincidir de forma inequívoca, y nos fundimos en
carcajadas teñidas de cerveza en noches en Barcelona. Y ahora… Se ha perdido la
esencia de lo que un día fuimos para automatizar una vida cada vez más carente
de sentido, se han abandonado las miradas de comprensión por gestos fríos y
calculados, por la resignación a una rutina que jamás hemos deseado, pero que
nos negamos a abandonar.
En medio del caos es inevitable
pararse a pensar a dónde nos conducirá todo esto. Lo más probable es que nos
despidamos con una sonrisa torcida y con la sensación de habernos perdido
demasiadas cosas. Todo es tan diferente ahora... Sólo nos queda refugiarnos en el "ojos que no ven, corazón que no siente".
"Y es que yo ya no sé quién soy".