El frío le
quemaba la piel y las pestañas escarchadas emborronaban un camino que no sabía
si aún seguía recorriendo. Hacía horas que deambulaba en busca de un refugio,
pero la vida en aquel lugar parecía extinguida, kilómetros de horizonte a su
alrededor. Unas huellas casi imperceptibles la guiaban. Sabía que podían ser una
mera ilusión, mas la esperanza de encontrarle era más fuerte que la ventisca
que la empujaba a retroceder. Miles de pasos andados para acabar abandonándose
en aquel lugar desolador. Las piernas temblorosas le imploraban rendición
mientras sus manos se aferraban a aquel hielo buscando el impulso para acortar
un metro más el reencuentro con la vida.
Un aullido
profundo salió de sus pulmones y atravesó su garganta. Sus ojos se abrieron de
golpe y sintió una sacudida a través de su columna, su cráneo, sus puños… Hasta
que no se envolviera dentro de sus brazos no podría descansar.