martes, 19 de julio de 2011

Pesadillas.

Como una ola colosal que te hunde hacia el fondo del mar, cayó en su espalda el peso de la inutilidad, el sentimiento de culpa que demasiadas veces intentaba evitar. Lágrimas translúcidas emanaban de sus ojos y rodaban por sus mejillas para liberar un poco de esa carga. Los días pasaban iguales, inmutables, y nada se aclaraba por más que llenara noche tras noche su cabeza de pensamientos sobre cómo solucionar su vida. Pesadillas, despertares, y el cansancio permanente del que no deja de buscar algo y no consigue encontrarlo.

A veces desearía abandonarlo todo, ser sólo el simple reflejo de mi alma, dejarme fluir a través del tiempo.